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Carlos Moro: Rioja, el último proyecto de un visionario

Para el Grupo Matarromera, 2017 será recordado como el año en el que su primer vino de Rioja vio la luz. Se trata de la primera incursión del grupo en la Denominación de Origen Calificada Rioja y, posiblemente, el proyecto más personal de su propietario, Carlos Moro, uno de los bodegueros más respetados del sector vitivinícola y enológico nacional, por sus vinos de prestigio y su apuesta por la innovación, la sostenibilidad y la diversificación.

Texto: Cristina Ramos

Al fin y al cabo, Moro se define a sí mismo como “agricultor por razones genéticas” y lo cierto es que su espíritu emprendedor e inquieto le viene de tradición familiar: desciende de agricultores que en su día también fueron pioneros y le transmitieron ese amor por una tierra que le gusta tocar y sentir entre sus manos y a la que ha convertido en su pasión más honda.

Un objetivo estratégico para el Grupo

La llegada de Matarromera a Rioja no es casual, sino que responde a un acto premeditado y perseguido desde hace tiempo. Carlos Moro es un agricultor con visión empresarial que sabe de la importancia de esta respetada e histórica Denominación de Origen, que hoy en día es una magnífica tarjeta de presentación  de los vinos españoles de calidad en todo el mundo. Por eso, la presencia en este territorio se convirtió en un objetivo estratégico para el Grupo.

Con bodegas hasta ahora en cuatro Denominaciones de Origen españolas: Ribera del Duero, Toro, Cigales y Rueda y adscrito también a la marca Vino de la Tierra de Castilla y León, el Grupo Matarromera llega a La Rioja con la ilusión de crear un nuevo emblema y referente de calidad en la comarca. Fueron largos meses de estudio y búsqueda del lugar ideal, del terruño capaz de expresar la excelencia, el carácter y la seña de identidad de su creador, porque, como aclara el propio Carlos Moro,  “estuvimos casi dos años buscando parcelas”.

Por fin en 2014, se adquirieron 20 hectáreas de viñedos de entre 35 y 100 años de antigüedad, situados en la zona más alta de la Sonsierra, en la margen izquierda del Ebro, entre San Vicente de la Sonsierra y Labastida.  Se trata de viñedos de altura, lo que garantiza vinos con mayor concentración de antocianos e intensidad aromática. Asimismo, la pendiente del terreno impide la acumulación de agua, por lo que las cepas dan racimos de menor tamaño y de granos pequeños que “son ideales para la obtención de vinos de calidad” como precisa el propio Carlos Moro durante nuestra visita a este viñedo riojano.

La bodega se encuentra localizada en una ladera con magníficas vistas a San Vicente de la Sonsierra, en un rico y fértil entorno (gran riqueza paisajística) que supone un atractivo más para los visitantes. Su diseño aprovecha los desniveles entre las diferentes zonas de trabajo (recepción, elaboración, crianza, embotellado y expedición), lo que permite aprovechar la gravedad para realizar el manejo de la uva y los trasiegos del vino. Gracias a su particular orografía cuenta además con un increíble calado subterráneo de más de 150 metros cuadrados de superficie, con capacidad para más de 2.000 barricas, donde se realiza la crianza natural en las mejores condiciones de temperatura y humedad durante todo el año.

Carlos Moro,  por encima de todo, viticultor

Carlos Moro, quien se considera por encima de todo un viticultor, cuenta con un increíble curriculum a sus espaldas que deja perplejo y llega a abrumar a quien lo descubre. Este vallisoletano, doctor en Enología y Viticultura, Diplomado en Economía de la PYME y en Economía de Empresa y Máster en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, pertenece, además, al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado (1983) y al Cuerpo Superior de Sistemas y Tecnologías de la información (1992).

Avalado con múltiples reconocimientos a lo largo de sus muchos años como bodeguero, recientemente, el presidente y fundador del Grupo Matarromera acaba de ser reconocido por la Secretaría de Estado de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad con el Premio Nacional de Innovación y Diseño 2016, en la modalidad Trayectoria Innovadora.

Estos premios (que reconocen la innovación como factor esencial para el incremento de la competitividad de las empresas y el rendimiento económico, así como para la mejora de la calidad de vida de las personas), tratan de fomentar la cultura de la innovación en España, tanto en el ámbito empresarial como para el conjunto de la sociedad en general. Viendo su impecable trayectoria es, sin duda, un premio bien merecido y una fuente de inspiración para muchos.

Porque el personaje sobresale por su espíritu inquieto, observador y aventurero que le ha llevado a introducir procesos y productos innovadores en el sector vinícola  aprovechando el uso de la I+D+i como clave estratégica para la mejora de la competitividad. Además, hoy en día el Grupo Matarromera se ha convertido en un referente en la producción respetuosa con el medio ambiente y la sostenibilidad.  Actualmente el Grupo cuenta con siete bodegas  y en su órbita se sitúa también  Abrobiotec, de eminente carácter innovador, que apuesta por la investigación en el sector biotecnológico.

La importancia del nuevo reto desarrollado por el Grupo Matarromera en Rioja reside, por encima de todo, en la apuesta por la innovación pero también en el gran ejemplo que supone para muchos emprendedores como modelo empresarial a seguir. Su ejemplo demuestra que no se trata solo de producir desde la excelencia sino de pensar que la venta forma parte esencial del proceso y debe ser, por lo tanto, el fin de producir. Es decir, Matarromera siempre aspira a ser excelente no solo elaborando vinos sino también comercializándolos.

CM y CM Prestigio By Carlos Moro, primeros Tempranillos riojanos del Grupo

La emergente Bodega Carlos Moro de La Rioja viene precedida del proyecto Carlos Moro Vinos de Finca, una propuesta de tres vinos que reflejan el compromiso con la búsqueda de la excelencia enológica y pasión por el terruño, con la que Grupo Matarromera ofrece una primera selección de los mejores pagos y las mejores barricas en tres de las Denominaciones de Origen más importantes del país (Rueda, Toro y Cigales). Todos ellos son vinos con una marcada personalidad y diferenciación que preceden al proyecto riojano.

Precedentes del actual salto a La Rioja, recién concretado. En estos días han salido al mercado las dos primeras referencias de Bodegas Carlos Moro: CM y CM Prestigio by Carlos Moro, elaborados por el propio Moro en colaboración con el enólogo Félix González. Son dos vinos de la añada 2015, la más temprana de la historia de la Rioja, a la que el Consejo Regulador de la Denominación otorgó la valoración oficial de “Muy Buena” y que presagia un excelente estreno. Vinos de cepas de entre 35 y 80 años de limitadas producciones y uvas de pequeño tamaño, frescas y elegantes, con una notable aptitud para la crianza. La poda se realizó en vaso. Los suelos son calcáreos y frescos, de presierra, peculiares y excelentes para un viñedo austero en un clima casi serrano. En ambos casos, proceden de viñedos viejos, entre 25 y 80 años, y limitadas producciones. 

CM by Carlos Moro 2015 es un vino de raza también de la variedad Tempranillo, procedente de San Vicente de la Sonsierra, de viñedos situados en la zona de mayor altura de la Sonsierra, con una producción entre 3.000 y 5.000 Kg. por hectárea. En este vino se realiza la fermentación alcohólica y maloláctica en barrica. Su crianza se realiza en barrica de roble francés (65%) y americano (35%), donde permanece 12 meses hasta su embotellado, donde continua con su crianza. CM by Carlos Moro es un vino de intensidad alta, de color picota intenso y brillante, con una buena estructura y un gran equilibrio, muy sabroso con largo retrogusto.

 CM Prestigio By Carlos Moro 2015 procede de la uva de variedad Tempranillo de Labastida. En estos viñedos se realiza una poda especial a una yema con un potencial de producción máximo de 4.000 Kg por hectárea. Tras el doble proceso de selección (racimo y grano) previo enfriamiento en cámaras frigorífica, la fermentación alcohólica tiene lugar en pequeños depósitos y, tras ella, tiene lugar la fermentación maloláctica en barricas de roble francés. Su posterior crianza se hace en barricas de roble francés (80%) y americano (20%) procedente de las mejores tonelerías del mercado, durante 18 meses. El resultado es un vino de una gran e intensa capa de color picota oscuro y brillante con un gran aroma, muy complejo y voluptuoso y un complejo sabor, largo y persistente.

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