Nos guste o no, el cambio climático es una realidad, especialmente en el sector del vino donde los impactos comienzan a ser evidentes. Existen regiones que ya están siendo muy perjudicadas por estos efectos, mientras otras se están viendo favorecidas, como Burdeos, Alemania y Reino Unido.
Por Pancho Campo 
En el caso de Burdeos, región donde el gran reto del pasado era conseguir el grado alcohólico y una óptima madurez de la uva, en los últimos quince años se han dado cinco cosechas extraordinarias y muchas de los chateaux no han tenido que chaptalizar ni realizar grandes correcciones, como era la norma antaño. Alemania, famosa por sus uvas blancas y los vinos de alta acidez y donde las uvas negras brillaban por su ausencia sin embargo, hoy día están produciendo variedades tintas, como la Pinot Noir, con una calidad más que considerable. Y Reino Unido, cuyos suelos cuentan con unas características y clima similares al de las zonas de Champagne, dada la reducción de humedad comienzan a darse con mucha calidad las uvas nobles del champagne como la Chardonnay y Pinot Noir.
Dentro de las regiones perjudicadas englobaríamos a la Península Ibérica, afectada por fenómenos como la sequía, las altas temperaturas, granizos e incendios (estos últimos no están provocados directamente por el cambio climático pero, obviamente, éste es responsable de las condiciones que los facilitan y los hacen más agresivos).
Para afrontar este gran problema que es de todos, es necesario, primero, que toda la sociedad se involucre, y en segundo lugar, concienciar al sector vitivinícola, y para hacerlo existen dos vías, la mitigación y la adaptación. La mitigación podríamos decir que es la solución a corto plazo y en la que se ha centrado la mayor parte del sector, pero poco se está haciendo a largo plazo para reducir las emisiones de CO2, el gasto energético o los recursos hídricos. Últimamente se está hablando mucho de cambiar uvas por otra más resistentes, o plantar a más altura, pero la verdad es que, desde mi punto de vista el vino va a ser la menor de nuestras preocupaciones llegados a ese punto, ya que el problema del cambio climático va será tan brutal que no vamos a llegar ni a ver eso. Por tanto, no nos queda más remedio que adaptarnos y concienciarnos en poner todos los medios posibles para luchar contra esta grave amenaza que ya hoy es una realidad.
No debemos bajar la guardia, y basta mirar atrás para apreciar la agresividad de este fenómeno. Tan solo en 2006, cuando organizamos el primer Congreso de Cambio Climático y Vino, en aquella época se le denominaba “Calentamiento global” y nadie había escuchado hablar de esto. Ya en la segunda edición, en 2008, el congreso se celebró con evidencias, informes del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) y la participación de Al Gore ante un público más concienciado. En el año 2011 convencimos a Kofi Annan que asistiera a la tercera edición en Marbella y ya se empezaban a barajar posibles soluciones. Ahora, en 2018, y ante la cuarta edición el Congreso de Cambio Climático y Vino, el cual cambia su nombre a Climate Change Leadership Porto 2018 – Solutions for the Wine Industry (Soluciones para la Industria del Vino) (Oporto), cuando ya sabemos qué está sucediendo, es el momento de actuar, tanto en el viñedo como en la bodega, pensando más en el planeta que en nuestra propia industria, y sin olvidar que hablamos de una industria que engloba muchos subsectores, como packaging, embotellado, transporte, productos fitosanitarios, recursos hídricos…. El mayor reto al que se enfrenta nuestra sociedad, en el que es necesario que todos los sectores se unan para tomar conciencia y empezar a entender que lo que se espera de nosotros es que actuemos, cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades sin esperar a que sean las instituciones, los gobiernos o las multinacionales quienes solucionen el problema.
