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Barcelona: Baroz, nuevo bar de arroces de Enrique Valentí

El empresario y cocinero Enrique Valentí inaugura un nuevo concepto gastronómico en la planta 23 del Edificio Colón, el que fuera el primer rascacielos de Barcelona, que viene a complementar la oferta de Marea Alta, su proyecto más personal, especializado en pescados y mariscos y ubicado en el piso 24. Su nombre, Baroz (Avinguda Drassanes, 6-8. Barcelona)  surge de la unión de las palabras ‘bar’ y ‘arroz’ y su propuesta, a base de tapas clásicas y arroces de temporada, es un homenaje a los chiringuitos arroceros de la Barceloneta preolímpica. En la imagen, su «empedrat» que es mitad «esqueixada».

Enrique Valentí, de origen madrileño y afincado en Barcelona desde hace doce años, es cocinero, empresario y, como le gusta definirse, «un conceptualizador de espacios gastronómicos». Para él, la clave del éxito hostelero reside en la especialización, en ser «un verdadero experto en lo que hagas» y, por eso, todos los restaurantes que dirige o asesora son monotemáticos: las aves y las carnes han sido las protagonistas de algunos de los conceptos que, a lo largo de su trayectoria y a través de su empresa ‘Algo se está cociendo’, ha puesto en marcha en Barcelona, mientras que en Marea Alta, el proyecto del que es socio, chef e ideólogo, se centra en pescados y mariscos de máxima calidad cocinados con el mayor respeto posible (principalmente, a la parrilla, ahumados o en guisos, su preparación fetiche). Ahora y como respuesta a las demandas de su fiel clientela, inaugura un nuevo establecimiento en la planta 23 del Edificio Colón, en la que fuera la coctelería de Marea Alta, que pretende ser un homenaje a los chiringuitos de arroces que había en la Barceloneta antes de los Juegos Olímpicos del 92, con toda su autenticidad y encanto.

 

Baroz, cuyo nombre surge de la unión de las palabras ‘bar’ y ‘arroz’, es a Marea Alta lo que el yin al yang: opuestos pero complementarios. Frente al confort, el formalismo y el refinamiento que ofrece Marea Alta tanto en lo culinario como en todo lo que lo envuelve (servicio, bodega, decoración, etc.), Baroz es informalidad, sencillez, desenfado, tradición en estado puro. Es un bar, con su acogedor bullicio, su música alta, un ticket medio cercano a los 35 € y un horario ininterrumpido de cocina de 13:00 a 23:00 h, aunque con la calidad y el esmero que caracterizan la cocina de Enrique Valentí.

 

En su oferta gastronómica cabe todo tipo de tapas y raciones habituales de encontrar en un bar, algunas catalanas, otras madrileñas, del norte y sur de España y hasta de inspiración internacional, pero todas caseras y basadas en el mejor producto nacional. Hay boquerones en vinagre con piparras, como los que preparan en la capital; anchoas aliñadas a la catalana; mejillones y sardinas en escabeche; bonito ‘picantito’; calamares a la andaluza; huevos ‘bravos’ (con salsa brava); un plato mitad empedrat, mitad esqueixada; tomate ‘pizza’ y alguna versión o actualización de recetas casi olvidadas como un tartar de gamba roja inspirado en el clásico cóctel de gambas tan popular en el siglo pasado. No faltan tampoco algunos guisos, especialidad por la que Valentí, a quien le gusta autodefinirse como un «guisandero», siente verdadera devoción, como los mejillones ‘a la francesa’ o unos garbanzos con berberechos. Aunque, por supuesto, la estrella de la casa son los arroces.

 

En Baroz, Enrique Valentí apuesta por arroces 100% estacionales. Esto es, que no solo los ingredientes sino también la manera de prepararlos depende absolutamente de la época del año. «En invierno haremos recetas más intensas de sabor e incluiremos arroces caldosos, al horno y cremosos», explica Enrique, mientras que ahora prevalecen las paellas de capa fina al estilo levantino elaboradas con arroz bomba del Delta del Ebro. De la carta inaugural sobresalen el arroz de caracoles y cañaíllas, el de alcachofas y rebozuelos, el arroz ‘no negro’ de ‘sepionetas’ y el arroz a banda a la manera tradicional (limpio y con los tropezones aparte) pero de gamba roja en lugar de pescado.

 

Para beber, se ofrecen vinos por copas y jarras preparadas al momento de sangría, rebujito, agua de Valencia o limonada.

 

ARROCERÍA CON VISTAS

El interiorismo del Baroz, del que se ha ocupado la decoradora Cristina Carulla, presenta un ambiente fresco, cercano y que resulta familiar. El vestíbulo de acceso recuerda a los años dorados del barrio de la Barceloneta, con apliques de vidrio soplado y fotografías de los años 50, 60 y 70 en blanco y negro del archivo municipal, mientras que la sala, de 300 m2, remite a aquellos veranos en la costa con los colores del mismo mar Mediterráneo que se observa desde sus grandes ventanales, con vistas 360o a la Ciudad Condal. El verde, el amarillo, el rojo y el azul dominan todos los elementos decorativos y los materiales utilizados (en las mesas alicatadas, las paredes, de fibras naturales, y lámparas, de caña) son una reinterpretación de lo que nos rodeó en la infancia y que sigue teniendo vigencia. En las pocas paredes que no nos ofrecen vistas de la ciudad, encontramos una colección de dibujos que retratan la Barcelona más genuina haciendo un pequeño guiño al trazo de Mariscal.

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