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Vallegarcía: pasión, terroir y cuidado por el detalle

Fue su pasión por la gastronomía y su sensibilidad a la hora de disfrutar de los grandes vinos, especialmente de Burdeos y de Borgoña, los que llevaron a Alfonso Cortina a acercarse a este mundo, plantando su propio viñedo y proyectando más tarde una Bodega para convertir el conjunto en un nuevo Pago. Una visión convertida en realidad que ahora, casi 20 años después de la primera cosecha y poco después de su muerte, sus dos hijos, Carlos y Felipe Cortina Lapique, vuelven a impulsar manteniendo los mismos valores legados por su padre.

Cuando en 1997 Alfonso Cortina se sumergía aún más en su gran pasión, los vinos, y decidía diseñar junto al reconocido profesor de viticultura australiano Richard Smart, la plantación de un viñedo en la finca de Vallegarcía, en los Montes de Toledo, no fueron pocos los que pusieron en duda la viabilidad del proyecto. Desde sus comienzos, Vallegarcía apostó por una zona en la que históricamente no se habían cultivado viñedos, pero que contaba con unas condiciones de terreno y altitud muy favorables y con un gran potencial para el cultivo de uvas de calidad.

Entre 2001 y 2005, el equipo de Vallegarcía se dedicó a evaluar el potencial de calidad de sus uvas elaborando pequeñas partidas de vino en las instalaciones de la bodega vecina, Dehesa del Carrizal. La gran calidad obtenida y la acogida de estos vinos, que fue muy positiva, llevaron a Alfonso Cortina a decidirse a construir su propia bodega. Así, el 14 de septiembre de 2006 la bodega Vallegarcía inauguraba sus instalaciones.

Ahora, con casi dos décadas de andadura a sus espaldas, Vallegarcía sigue manteniéndose fiel a su filosofía de elaborar vinos de muy alta calidad y de composición equilibrada a partir de uva del Pago, vendimiada a mano en el momento óptimo de maduración y con aptitud para la crianza en barrica y el envejecimiento en botella. Además, todos los vinos de la bodega se diseñan siempre buscando el máximo respeto a la tipicidad de cada una de las variedades y, a la vez, a la expresión del terruño de Pago de Vallegarcía (cuya singularidad ha sido reconocida por la Unión Europea con la calificación Denominación de Origen Protegida).

Para ello, Vallegarcía dispone de un equipo, liderado por Adolfo Hornos, ingeniero Agrónomo y enólogo, en constante formación y actualización para entender mejor el comportamiento del viñedo y las características de cada añada. Vallegarcía cuenta, además, con el asesoramiento enológico de Eric Boissenot, una de las figuras más influyentes de Burdeos, donde ha dejado su huella en más de 180 Châteaux y entre ellos los míticos: Mouton Rothschild, Latour, Lafite-Rothschild y Margaux.

Posiblemente la etiqueta más reconocible de la bodega sea la de su Viognier, vino icónico para los aficionados al tratarse del primero elaborado 100% con dicha uva en España. En cuanto a tintos elaboran tres referencias: un monovarietal de Syrah y dos ensamblajes de variedades bordelesas (Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot y Petit Verdot), el Hipperia y el Petit Hipperia, cuyo nombre proviene de la palabra griega Hippos y supone un homenaje al caballo que es seña de identidad de la bodega. Todos ellos son vinos de Pago, lo que demuestra el acierto de esta apuesta de la familia Cortina por emprender en estos parajes, a los que tanto aprecio tienen, y que con seguridad seguirán dando nuevos frutos, nuevos vinos y nuevas alegrías.

En definitiva, un proyecto muy personal que nació de la pasión por el vino de Alfonso Cortina y que veinte años después ha pasado a sus hijos que mantendrán muy vivos tanto el legado como la esencia de su creación.

 

 

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