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Interior de Castellón, un homenaje a la gastronomía

Siguen siendo muchas las personas que se quedan sorprendidas al enterarse de que la provincia de Castellón es la segunda más montañosa de España. Su interior es una tierra agreste, de relieve montañoso y accidentado, en la que se alza el emblemático pico del Penyagolosa hasta los 1.814 metros.

Y es que, más allá de sus 120 kilómetros de litoral, el interior de Castellón está jalonado con una miríada de paisajes singulares, numerosos municipios emplazados a más de 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, pueblos amurallados y cargados de historia, cursos fluviales excitantes, ramblas y barrancos en los que perduran el arte prehistórico, desfiladeros profundos y riscos sobrevolados por aves rapaces, manantiales y bosques inmensos y valles henchidos de verde en los que los que aún es posible ver grandes herbívoros como los rebecos y las cabras monteses.

Naturaleza, tradiciones y personas

Estamos hablando de zonas como las comarcas de Els Ports, L’Alt i el Baix Maestrat, L’Alt Palància, L’Alt Millars, L’Alcalatén o parques naturales como La Tinença de Benifassà, el Desert de les Palmes o la Serra d’Espadà, cuyos nombres nos transportan y evocan rincones espectaculares en los que la naturaleza, las tradiciones y las personas se dan la mano. Lugares en los que cualquier viajero aún encontrará y vivirá momentos e itinerarios cargados de paz y tranquilidad, de ese tipo de vida de los territorios de interior, en la que el tiempo parece haberse detenido, en la que es posible reconocer un respeto tenaz y esencial con el entorno.

Esta simbiosis constante y respetuosa es la que ha conseguido que en estas comarcas de montaña se haya mantenido un legado gastronómico impresionante, que ha llegado hasta nosotros prácticamente intacto. Un tesoro que se encuentra esparcido pueblo a pueblo, valle a valle. Aquí, darse un homenaje a base de la buena gastronomía es algo tan fácil como respirar. Por sus carnes y embutidos. Por sus ollas y guisos de cuchara. Por sus quesos de cabra y oveja. Por productos naturales como la miel y el aceite. Por sus vinos. Por sus frutos secos. Por sus cerezas. Por sus trufas y setas. Porque si el interior de la provincia de Castellón nos sorprende por su importancia y características orográficas no es menos en aquello que tiene que ver con lo culinario. Aquí, cada pueblo es único, cada pueblo posee su propio recetario rico y variado, unos recetarios que, aunque están unidos por la idiosincrasia de la zona, de lo rural, de lo montañoso, del frío del invierno y del esplendor primaveral y la abundancia del otoño, también poseen características individuales y platos y manjares distintos, como lo son sus paisajes.

Carreteras sinuosas de escaso tráfico

Esto es algo que el viajero ya puede empezar a percibir a medida que se va acercando a ellos. Será a través de carreteras sinuosas, con poco tráfico. Hacia municipios encaramados en lo alto de una montaña o al abrigo de sus faldas o próximos a la ribera de un río de aguas limpias y frescas. De hecho, merece mucho la pena conjugar las visitas gastronómicas con otras actividades, de manera que conozcamos un poco mejor esas particularidades. Pasear por los innumerables senderos señalizados de los parques naturales, realizar rutas cicloturistas que nos adentran hasta el corazón de parajes espectaculares, bosques mediterráneos o territorios de vides y olivos milenarios, visitar los abrigos con pinturas rupestres del Barranc de la Valltorta, o empaparnos de cultura e historia a través de los paseos por los impresionantes y bien conservados cascos antiguos o por las fortificaciones y edificaciones de municipios como Morella, Benasal, Segorbe o Vilafamés.

La cocina del interior de la provincia de Castellón tiene un intenso sabor a montaña, es idónea para degustar en los meses de otoño e invierno. Sin duda, el clima hace que los suculentos platos de cuchara marquen su gastronomía. Especialmente típica de aquí es la olla, que tiene muchas variedades, a base de productos de la matanza, junto con un buen número de verduras y hortalizas. También se elaboran arroces adheridos a la tradición, como la paella de monte, con caracoles de montaña, o el arròs de temporà. Otros platos con renombre: la sopa morellana y el tombet de cordero y el de conejo y caracoles, o el potaje. También son recurrentes las carnes a la brasa, procedentes de corderos que pastan en lugares en los que abundan las hierbas aromáticas; o de ganado vacuno que se cría en libertad y que en muchos casos es de ternera ecológica trashumante. Destacan también la carne de conejo del Maestrat y la caza. Las clásicas chuletas braseadas o el jugoso ternasco. Los jamones y embutidos (morcillas de arroz, longanizas) y la cecina de sabor intenso. Y todo un sinfín de elaboraciones con nombre propio: croquetas morellanas, napoleons de Vilafranca, flaons, pilotes de frare, bolos de Castelló…  Platos sencillos (o no tanto) y tradicionales, pero siempre de primera magnitud e indispensables en cualquier mesa durante todas las estaciones del año.

Vinos con gran personalidad

La provincia de Castellón ha sido tradicionalmente una tierra de buenos y reconocidos vinos con gran personalidad. En la última década, ha crecido el número de bodegas, la mayoría familiares, que buscan recuperar el esplendor de los excelentes caldos de la zona.  La figura de calidad IGP Castelló designa los vinos obtenidos íntegramente en sus tres subzonas vitivinícolas. Los pueblos más antiguos de las comarcas del norte de la región promueven de manera admirable la cultura y tradiciones vitivinícolas: Vilafamés (uno de los municipios más bonitos de España), Les Useres, Benlloch, Cabanes, Vall d’Alba o Sant Mateu, con su imponente Museo y Centro de Interpretación del vino.

Sigue siendo destacable la elaboración artesanal y el destilado de bebidas espirituosas, de vinos dulces y afrutados, de aromáticas mistelas y anisados.

También en el interior de Castellón, concretamente en las comarcas de Els Ports y El Baix Maestrat, encontraremos la mayor concentración mundial de olivos milenarios, auténticos monumentos vivos, testigos del paso por estas tierras de fenicios, griegos, romanos y musulmanes. L’Alt Palància es famoso por su aceituna Serrana Espadán, una especie originaria de esta comarca que se cultiva en zonas del interior de la Sierra Calderona y la Sierra Espadán. Es por ello que el aceite de oliva Virgen Extra que se elabora en estas tierras, con DOP, es de una calidad enorme, un producto indispensable en nuestra Dieta Mediterránea.

Otro de los productos estrella de estas tierras es la trufa negra, que por su extraordinarios poder aromatizador es el hongo más apreciado y con el que los cocineros dan un toque exquisito a todo lo que toca. L’Alt Maestrat se ha convertido en uno de los principales productores de trufa negra del mundo, ya que aquí crece con generosidad. La temporada de la trufa es sin duda la excusa perfecta para disfrutar de una región salpicada de hermosísimos pueblos con un patrimonio histórico, unos paisajes y una gastronomía envidiables. Merece la pena visitar Catí y su lonja del siglo XV. Culla es otro lugar con un encanto especial, con un casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural o con monumentos tan interesantes como las ruinas del antiguo castillo árabe.

Una de las estampas más impresionantes nos la deja Ares del Maestrat, encaramado en lo alto de una mole rocosa. Pasear por Benassal es comprobar cómo se conserva intacta la trama primitiva de carrerons de su casco histórico, con las viviendas típicas de la arquitectura popular.

Uno de los pueblos más bonitos de España

Morella es uno de los pueblos más bonitos de España. Posee un patrimonio arquitectónico, cultural y paisajístico espectacular. Su imponente castillo, una de las fortalezas más imponentes del Mediterráneo, sus seis portales de acceso, dieciséis torres y dos kilómetros de muralla perimetral configuran una silueta única. Visitar los lugares en los que perdura ese Patrimonio Inmaterial de la Humanidad concedido por la Unesco, y que son las construcciones de pedra en sec. Se trata de muros hechos solo de piedra en seco —un tipo de construcción en la que se superponen las piedras una encima de otras, sin nada más que las ligue que su fisonomía plana y su propio peso—. Estos muros y construcciones dibujan el paisaje rural de poblaciones como Vilafranca.

Otro de los términos municipales digno de ser visitado es El Toro, donde nace el río Palancia, por ser uno de los entornos mejor conservados de la Comunitat Valenciana. Tanto en el Toro como en el área de influencia del Penyagolosa se ofrecen experiencias de agroturismo para vivir en primera persona el fascinante mundo de la trufa. Todos estos lugares son perfectos para paladear la cocina tradicional y la más contemporánea tocada por la varita mágica de la trufa negra: carpaccio de buey con vinagreta de trufa, arroz meloso con codornices setas y trufa, terrina de cordero trufado con mermelada de clemenules, ensalada de quesos de Catí con aliño de trufa negra, crema templada de espárragos blancos con trufa negra y tartar de bonito son solo algunos de los ejemplos de las maravillas que se pueden cocinar con este oro negro.

Quesos artesanos y cerezas

No podemos olvidarnos de los quesos, tanto de cabra como de oveja, frescos y curados, elaborados en queserías artesanales, repartidas de norte a sur y de este a oeste, y con un reconocimiento cada vez mayor; ni de las cerezas de la zona del Palancia y Espadán, que crecen bajo la benevolencia de las ricas tierras de secano, otorgándoles su sabor dulce y exquisito tan característico. Es un espectáculo visitar estas zonas en los meses de primavera, donde un manto de flores blancas tiñe el paisaje.

En la elaboración de dulces —un vestigio del pasado morisco que habitó esta zona—todavía se conservan las recetas originales. Es imprescindible la visita a las panaderías de los pequeños pueblos para conocer sus elaboraciones: trenzas, pastelitos, almendrados, rollitos, todos ellos hechos con mermeladas, mieles y frutos secos autóctonos, y que suelen aparecer en cada estación para marcar las fechas más señaladas en el calendario, como la Semana Santa, las fiestas locales o los días en los cuales se celebra el patrón o patrona de cada pueblo.

Y por último, sus aguas naturales. Castellón dispone de una amplia variedad de aguas minerales que brotan de numerosas fuentes a lo largo de sus sistemas montañosos, muchas de las cuales poseen propiedades minero-medicinales y son embotelladas para el consumo, así como utilizadas en balnearios.

Alojamientos rurales y restaurantes para todos los gustos

Ya no hay excusa para que no conozcamos y paladeemos todas estas propuestas de la cocina del interior de Castellón, en las que la tradición y la calidad de las materias primas siguen siendo fundamentales, con lo que la convierte en una auténtica delicia. Y ya no hay excusa tampoco para no dejarse sorprender, porque en este territorio el viajero cuenta con una excelente red de alojamientos rurales y restaurantes para todos los gustos. El interior de Castellón es montañas y gastronomía pero también un remanso de tranquilidad y de naturaleza inolvidables.

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