La fruta de hueso es una joya para la economía local, generando más de 3.784 millones de euros en 2024 y siendo un producto clave en la riqueza agrícola de Aragón. La región ha consolidado su proyección internacional, alcanzando el pasado año más de un millón de toneladas exportadas, con destinos prioritarios como Francia, Alemania y Emiratos Árabes Unidos.
Hay sabores que solo pertenecen al verano. El crujido de una cereza recién recogida, el dulzor aterciopelado de un melocotón maduro o el aroma de un albaricoque en su punto son pequeñas postales comestibles de la estación más esperada. En Aragón, estos frutos no solo marcan el calendario, sino también el carácter de una tierra que ha hecho de la fruta de hueso su mejor embajadora.
Con una vocación agrícola centenaria y condiciones naturales privilegiadas, Aragón produce una cuarta parte de toda la fruta española, liderando la producción nacional de cereza (41% a nivel nacional) y situándose como segundo productor nacional de melocotón (34%), nectarina (23%), albaricoque (17%) y peral (18%). No se trata solo de volumen, si no de calidad, trazabilidad, técnicas tradicionales y un sabor que conquista tanto mercados nacionales como internacionales.
Emblemas como el Melocotón de Calanda, única Denominación de Origen Protegida en su categoría en España, la cereza del valle del Jiloca, cultivada a mano, o los albaricoques del Bajo Cinca, no solo son referentes por su excelencia, sino por su capacidad para narrar el paisaje del que proceden. Un paisaje donde la fruta, aunque su paisaje agrario ocupa apenas el 3,2% del territorio agrícola, representa el 28% de la producción final agraria.
Más allá de su importancia económica, la fruta de hueso cultivada en Aragón destaca por su carácter auténtico, su temporada definida y su protagonismo en la cocina. Estas frutas, aliadas naturales del bienestar, aportan un sabor genuino y una calidad excepcional. Ricas en antioxidantes, fibra, vitamina C y agua, son un recurso ideal para combatir el calor, cuidar la piel y proporcionar energía de forma ligera y saludable. Además, su versatilidad las convierte en ingredientes imprescindibles del recetario estival, capaces de adaptarse desde preparaciones tradicionales hasta propuestas contemporáneas.
Hoy, más que nunca, el origen importa. Y si el verano sabe mejor cuando sabe a fruta, es porque muchas de esas frutas nacen en Aragón. No solo refrescan y nutren, sino que también son embajadoras de un territorio que cuida cada detalle, desde la recolección hasta el consumo final.
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