Esta DO, que cumple 15 primaveras, se caracteriza por habitar una zona extrema, al sur de la ciudad de Burgos y al este de la de Palencia, marcada por una altitud de alrededor de 850 metros, grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche “que marca el grosor del hollejo” y una enorme biodiversidad, “monte bajo, enebro, tomillo, etc.”, que se manifiesta en sus cepas centenarias y sus vinos.
“Somos los grandes olvidados por estar entre dos importantísimas Denominaciones de Origen como son Ribera y Rioja”, explicó Ramiro García Arnaiz, presidente de la DO, quien, sin embargo, ve una enorme ventaja competitiva para su región debido al cambio climático, “que tiene en el punto de mira a los vinos producidos en zonas altas”, y a otro tipo de cambio, al que se está produciendo en los hábitos de consumo de muchas personas que buscan probar nuevas referencias.
Un millón de kilos, un millón de botellas
Asimismo, García Arnaiz definió a Arlanza como una DO de pequeñas producciones, “un millón de kilos, lo que equivale a un millón de botellas”, lo que hace que los viticultores de la zona no puedan vivir de la uva. “Esto tiene un lado negativo, el económico, y uno positivo, y es que las viñas están tal cual estaban”, según el presidente de la DO.
Para demostrar la singularidad de sus vinos y su terruño, la Denominación de Origen presentó siete propuestas que armonizaron con siete platos de La Fonda de la Confianza, la nueva aventura empresarial de Paco Patón y José Luis Estevan.
El estupendo rosado Vientos del Pueblo se presentó con una aceituna Gordal rellena de habanero y un sabroso hummus de la casa con pebre. A este rosado le siguió un blanco, Colina Triste 2020, al que acompañamos con un delicado escabeche de raya a la naranja y una ensalada campera de patatas y aceitunas a modo de ensaladilla. El picoteo finalizó con unas croquetas de huevo duro y lacón, y un guacamole con torreznos (sí, sí, has leído bien), uno de los platos marca de la casa, que se armonizó con un rico y sorprendente Barbudo 2020.
Los platos principales, una paella de arroz a banda de sepia y calamar y una costilla de vaca confitada y glaseada con salsa barbacoa, se emparejaron con Picofino 2018, con un Gran Lerma 2016 y con un Castillo de Ura.
El postre, una tarta capuchina con helado de vainilla, combinó a la perfección con un sorprendente vino de guarda, un Buezo 2005 para tomar nota.
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