Ron Matusalem, pionero del arte del buen gusto desde 1872, se ha convertido en una de las insignias de Casa Decor, considerada la mejor exposición de interiorismo de nuestro país. Un ron que inspira los sentidos gracias a su elegancia atemporal y su sabor inconfundible, y qué tras cinco ediciones, este año presenta un espacio propio, creado por la exitosa interiorista Marta Sánchez Zornoza.
Todo un viaje en el tiempo, que representa la historia y los valores de este ron eterno, nacido en Cuba y elaborado en República Dominicana, que desde su creación ha sabido dejar huella y perdurar en el tiempo. Un verdadero icono de la exposición, que siempre ha sabido inspirar a los diseñadores más punteros de Casa Decor gracias a su calidad y savoir faire.
Y es que Ron Matusalem cumple 150 años como si el tiempo no pasase por él. Su búsqueda de lo eterno le ha llevado a nunca cesar en su afán de explorar nuevos territorios. Un claro ejemplo de ello es su propia elaboración, que se realiza a través de una fórmula secreta que ha ido pasando de generación en generación y que le ha convertido en el ron predilecto de los más sibaritas. Prueba de ello, es su propuesta de coctelería para el restaurante de Casa Decor, entre las que destacan Cuba Libre Royale, Dark & Stormy, Spritzolito o Negroni Latino. Todas ellas, creadas especialmente para Casa Decor.
Espacio Ron Matusalem en Casa Decor
Homenajeando a Ron Matusalem en su 150º aniversario, la interiorista Marta Sánchez Zornoza comparte la historia de la marca a través de un espacio sensorial que evoca una sala de catas trasladando al espectador a los orígenes de este ron. Cada elemento ha sido diseñado para crear esa experiencia; las luces, los materiales y la gama cromática.
El uso de la piedra destaca sobre el resto, dando sensación de bodega y representando el espíritu de perdurabilidad. Los tonos tostados, verdes y blancos le otorgan un toque de calidez y sofisticación haciendo referencia al color del propio ron, al del mar y a al de la luz caribeña. Al igual que el uso del suelo de terrazo e hidráulico que siempre se han utilizado en los palacios de La Habana, y que hoy en día representan ese lujo decadente y por lo tanto, añejo.
La interiorista intenta en la medida de lo posible conservar trazos del propio edificio, como el suelo original, reutilizando baldosas rotas y dejando las huellas de los tabiques existentes, para generar cierto movimiento visual y apoyar la idea de sostenibilidad y la importancia de la revalorización de las cosas.
El juego de luces y sombras se consigue a través de los cristales de botellas y puertas que resaltan el elemento principal de la sala; la barra y un banco dividido en tres zonas que genera distintas experiencias visuales, según se esté sentado. Tres experiencias según las tres variedades de Ron Matusalem. Para conseguirlo, se han utilizado juegos domóticos necesarios para trasladar al visitante a distintos momentos del amanecer y el atardecer que aportan calidez máxima al espacio
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