Texto: Roberto Quiñones
El origen de los embutidos se remonta a miles de siglos AC. Está íntimamente ligado a la aparición y dominio del fuego por parte del hombre y con ello la utilización de los procesos de cocción. Mezclando la carne magra y las grasas se conseguía la conservación de la misma para dosificar su consumo. Y, todo esto, se mejoró notablemente con el paso de los siglos, cuando el ser humano empezó a añadir especias que alargaban su caducidad aún más. De todo esto me he enterado –lo confieso- porque mi lectura estival ha sido “Sapiens (De animales a dioses)” de Yuval Noah Harari, lectura que aprovecho para recomendarles.
Pero a estas alturas se estará usted preguntando ¿Qué tiene que ver todo esto de los primeros sapiens con el asunto del packaging? Pues, en realidad, mucho. En el proceso de utilizar las tripas de los propios animales para conservar la carne en raciones, se estaba produciendo la magia de la invención del packaging, o lo que es lo mismo los primeros envases (naturales) cuyo objeto era proteger, conservar y dosificar el producto para su posterior consumo.
Pero no me voy a alargar más… El diseño para embutidos ha evolucionado mucho desde los primeros sapiens hasta llegar a nuestros días –sobre todo estéticamente- y como prueba les traigo algunos ejemplos que lo evidencian.
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