Una mala alimentación que no incluya todos los nutrientes necesarios puede afectar al correcto funcionamiento de nuestra visión. “Seguir una dieta variada y equilibrada es básico para nuestros ojos”, valora Laura Jorge, nutricionista-dietista. Según explica, los antioxidantes y las vitaminas son clave en la salud ocular y, por ello, los alimentos que consumimos a diario toman una “vital importancia” a la hora de proporcionar estas sustancias al organismo.
En el caso de la retinosis pigmentaria, la nutricionista destaca las frutas, las verduras y las hortalizas como alimentos esenciales para ayudar a evitar que se produzca esta enfermedad. Entre ellos, el brócoli, que contiene propiedades beneficiosas para los ojos como las vitaminas A (mejora la visión nocturna), C (protege de la radiación ultravioleta) y E (previene la Degeneración Macular Asociada a la Edad) y la luteína (filtro solar natural que protege la vista).
También posee sulforafano, un compuesto bioactivo que también “salvaguarda de la radiación ultravioleta y del daño oxidativo que esta provoca en nuestros ojos”, según indica Diego A. Moreno, investigador del Laboratorio de Fitoquímica del Departamento de Ciencia y Tecnología de Alimentos de CEBAS-CSIC, que colabora de manera activa con la Asociación +Brócoli.
Moreno también destaca que la ingesta de brócoli y de sus germinados (brotes) es una “buena terapia preventiva” frente a problemas degenerativos en la vista como las cataratas.
Retinosis pigmentaria, una enfermedad genética y degenerativa
La retinosis pigmentaria es un conjunto de enfermedades oculares crónicas de origen genético y de carácter degenerativo que afecta a la retina. Ocasiona una lenta capacidad para adaptarse a la oscuridad y reduce el campo visual, lo que puede acabar en pérdida de la visión.
Fue diagnosticada por primera vez a finales del siglo XIX y había sido hasta entonces una gran desconocida dentro de la medicina. Se produce por degeneración y apoptosis de los fotorreceptores (bastones-campo periférico), aunque en las fases finales afecta a los conos (visión central), lo que provoca ceguera en un número importante de casos.
La edad de aparición es muy variada y oscila entre los 25 y los 40 años, aunque se han dado casos de afectados menores de 20 años y de mayores de 50 años. La enfermedad no afecta a todas las personas por igual, incluso dentro de la familia, dándose la situación de hijos más graves que sus padres y viceversa.
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