La cena de Navidad puede contener microplásticos en los alimentos.
Sal, bolsas de té, pescados y mariscos, frutas, verduras o productos envasados, son los alimentos donde podemos encontrar una mayor cantidad de microplásticos. Los microplásticos están presentes en sangre, pulmones, placenta y tracto digestivo, y ya son una parte medible del cuerpo humano. Los filtros avanzados de Tappwater utilizan carbón activado y medios de filtración mecánica que eliminan hasta 100 sustancias presentes en el agua, como microplásticos, metales pesados y contaminantes orgánicos. De la mano de esta empresa, ofrecemos una serie de consejos para evitarlos.
Con la llegada de la temporada navideña los hogares se convierten en el centro de las celebraciones. Lo que muchos desconocen es que, algunos alimentos estrella, como el marisco, el pescado o los productos precocinados y envasados, que tanto nos ayudan en la planificación y organización de estas fiestas, contienen altos niveles de microplásticos, una amenaza invisible para nuestra salud que debemos evitar.
Uno de estos alimentos, tal y como señala un estudio del Centro de Tecnología Ambiental Alimentaria y Toxicológica de la Universidad Rovira i Virgili, son los moluscos. No en vano, estos contienen hasta nueve partículas por unidad, debido a la absorción de microplásticos presentes en mares y océanos. Un índice que aumenta aún más debido a la utilización de agua en su cocinado, ya que, según las investigaciones del Journal of Hazardous Materials y la Vrije Universiteit Amsterdam, contiene una carga adicional de microplásticos y nanoplásticos que se transfieren a los alimentos durante la cocción.
Además, los productos envasados y procesados, como puede ser el tradicional asado, pueden contener hasta un cuarto de millón de partículas, según apuntan investigadores de la Universidad de Portsmouth, por lo que los expertos recomiendan el consumo de alimentos frescos y no envasados en plástico. En suma, pescados comunes en las mesas navideñas, como la lubina o la dorada, promedian unas 5,2 partículas por individuo, según la Universidad de La Laguna.
Más allá de la selección del tipo de alimentos que compramos, existen ciertos hábitos cotidianos que nos exponen más todavía a la ingesta de partículas de plástico. Algo tan habitual como calentar los alimentos en microondas durante unos minutos en un tupper de plástico puede hacer que más de 2.000 millones de nanoplásticos y más de cuatro millones de microplásticos por centímetro cuadrado se transfieran a la comida.
Esto se debe a que el calor acelera la degradación del plástico, provocando una mayor liberación de dichos compuestos, por lo que se recomienda optar por envases de vidrio o acero inoxidable como sustitutos. Y, en caso de utilizar tupper plástico, reemplazarlo cada poco tiempo sin esperar a que se desgaste por el uso, ya que esto incrementa la liberación de estas sustancias.
Sumado a esto, el agua embotellada suele contener entre 5 y 10 veces más microplásticos que el agua del grifo, debido a los procesos de envasado y el propio material del recipiente. No en vano, según el estudio publicado en el Journal of Hazardous Materials, los consumidores habituales de agua embotellada podrían ingerir hasta 90.000 fragmentos de microplástico al año. Y es que estas investigaciones confirman que los microplásticos que ingerimos acaban depositándose en nuestro cuerpo, cuya presencia se ha encontrado en nuestra sangre, pulmones, placenta o tracto digestivo.
Este impacto ha abierto nuevas líneas de investigación que sugieren que estas partículas pueden desencadenar respuestas inmunes e inflamatorias, además de aumentar el estrés oxidativo, dañando potencialmente las células y actuando como portadores de sustancias químicas que interfieren con nuestro sistema hormonal (disruptores endocrinos), e incluso en la microbiota.
Sin embargo, la preocupación no se limita a este tipo de consumo, puesto que el agua del grifo suele contener metales pesados, como plomo, el arsénico, el mercurio y el cadmio, que pueden acumularse en el cuerpo. El riesgo existe, y a pesar de los límites de la UE al respecto, la contaminación también puede provenir de tuberías y fontanería antiguas que canalizan el agua del hogar.
Para hacer frente a esta problemática, la recomendación de los expertos es reducir la exposición, y la forma más sencilla de hacerlo es mejorar la calidad del agua directamente en el punto de uso. Por ello, las soluciones de Tappwater, como el filtro de grifo, EcoPro Chrome SMR, o jarra filtrante, PitcherPro SMR, resultan ideales, ya que son capaces de eliminar sustancias tóxicas, como microplásticos, metales pesados y contaminantes orgánicos, mitigando el riesgo de exposición crónica. Con su sistema de carbón activado y medios de filtración mecánica como la ósmosis inversa (RO), resultan esenciales a la hora de cocinar caldos, guisos y todo tipo de recetas, asegurando que su base esté libre de estos contaminantes.
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