Hoy es el Día Mundial contra el Desperdicio de Alimentos. En 2024 el desperdicio alimentario en España se redujo un 4,4 % respecto al año anterior. Aun así, las cifras siguen siendo alarmantes: 1.125 millones de kilos/litros de alimentos y bebidas acabaron en la basura, lo que equivale a unos 24,38 kilos por persona en un solo año, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
El dato refleja una mejora respecto a 2023, pero también evidencia la magnitud del problema. Y es que, mientras se tiran toneladas de comida, más de 6 millones de personas en España viven en situación de inseguridad alimentaria. Esta paradoja, que la ONU recuerda cada 29 de septiembre con el Día Mundial de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, no solo afecta a las personas, también impacta en el planeta al malgastar recursos hídricos, energéticos y económicos.
La buena noticia es que cada vez hay más conciencia y mejores herramientas para revertir esta situación. Dos motores destacan especialmente: la sensibilización ciudadana y la innovación tecnológica.
La sociedad española está cada vez más sensibilizada con la importancia de cuidar los alimentos y darles el valor que merecen. Como explica Kilian Zaragozá, CEO y fundador de la plataforma tecnológica Naria, “estamos empezando a recuperar el respeto por la alimentación, que en ciertos momentos parecía haber desaparecido. España ha despertado a la conciencia del desperdicio alimentario y, además de una mayor sensibilización en los hogares, la cadena alimentaria de la mano de la tecnología está conectando los excedentes con entidades solidarias”.
Las campañas de concienciación cumplen un papel crucial al recordar que detrás de cada producto desperdiciado hay agua, energía, trabajo humano y la posibilidad de haber nutrido a alguien que lo necesitaba.
Cada día, supermercados y empresas del sector se encuentran con excedentes que no pueden comercializar. A la vez, cientos de organizaciones sociales buscan alimentos para distribuir entre personas en situación de vulnerabilidad. Y aquí es donde la digitalización se convierte en aliada.
Naria ha desarrollado una solución basada en blockchain que conecta a empresas de alimentación con entidades sociales receptoras, digitalizando y trazando cada donación de principio a fin. El sistema no solo simplifica la labor de las ONG, sino que garantiza que los alimentos lleguen en perfecto estado a quienes más los necesitan.
Un ejemplo concreto: si una cadena dona productos próximos a caducar, la plataforma asegura que se entreguen a una entidad cercana y que lleguen a tiempo para ser consumidos. De este modo, se optimizan los recursos y se multiplica el impacto social.
El reto no consiste únicamente en reducir cifras. Significa transformar la forma en que entendemos la alimentación: de un bien desechable a un recurso esencial que debe aprovecharse de forma justa, sostenible y que facilite el desarrollo de una vida sana y activa.
Gracias a la concienciación colectiva y a herramientas tecnológicas, cada excedente puede convertirse en una oportunidad. Frenar el desperdicio está más cerca: al hacerlo, apoyamos a las personas y protegemos el planeta.
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