Llegamos al final de la tarde, justo en ese momento de la jornada que los vecinos franceses llaman “entre chien et loup”, cuando ya casi no se distinguen claramente las cosas y todo lo fiamos a los perfiles. Aínsa cobra un halo fascinante y misterioso al llegar la noche, cuando las calles empedradas de intramuros se iluminan suavemente con una luz anaranjada, cálida, como la que podrían dar las antorchas, candiles o faroles de otras épocas. (En la imagen, el viñedo de la Casa Vinícola Moliniás.
Texto: Óscar Checa Algarra. Fotos: OCA / Bodegas
Con el día, esta villa de la comarca oscense del Sobrarbe continúa seduciendo: más allá del entra
Aunque nos parezca extraño, aquí, tan cerca de la montaña, se cultivaban extensiones de vides nada desdeñables. El vino no solo era esencial en la alimentación, sino que estaba en la base de la economía local. Todas las casas tenían su bodega, ubicada por lo general en el subsuelo. Allí disponían de un trujal y un pequeño lagar. En la calle, en las plazas, estaban las prensas. Eran comunales. En ellas se prensaban las pieles, las brisas, sacadas desde las cuevas a mano, para extraer todo el jugo. Era la ‘envinada’, el vino de poca capa de color, muy ligero, de poco grado, refrescante, que se tomaba hasta que el otro estaba completamente preparado y listo.
En la plaza de Aínsa, bajo los soportales que rodean el perímetro, todavía quedan dos de estas prensas
El proyecto brinda apoyo a productores locales y ofrece una experiencia enriquecedora a los amantes del vino. Las bodegas que forman parte de él siguen una misma filosofía enmarcada en lo artesanal, las pequeñas producciones, lo local, la sostenibilidad, la identidad territorial y la apuesta por las variedades autóctonas. Un panel de cata en el que participan diferentes perfiles de catadores califica y selecciona los vinos que llevarán el label Vignerons. En ocho años, estos vinos han logrado estar en casi cincuenta restaurantes de la provincia (algunos con estrella Michelin o sello Bib Gourmad) y siete tiendas especializadas.
Por las calles de Aínsa
El proyecto Vignerons de Huesca se conoce directamente cuando visitamos alguno de los restaura
Todas estas casas están construidas en piedra y tienen unos elementos comunes que se repiten de unas a otras, salvando las diferencias que marcan aquellos edificios cuyas familias tenían un mayor poder económico. La fachada se cuidaba especialmente, y vemos grandes puertas de madera, enmarcadas en portadas adinteladas o con dovelas. No hay muchas ventanas en estas fachadas debido al clima duro y frío de estas tierras, y las que hay su
Este último aspecto enlaza con otros elementos que vemos en las fachadas y que son símbolos de la cultura ancestral de estas comarcas: los llamadores o trucadores. Los encontramos de todo tipo: en forma de huso, en forma de animal, anulares o en forma de falo. La mayoría de ellos tiene que ver con antiguas creencias de carácter mágico, de protección o con cultos a la fertilidad heredados de las primeras sociedades humanas. Son símbolos que, en otros tiempos, se relacionaban con la fertilidad, algo muy anhelado para la continuidad y la prosperidad de la casa. En algunas puertas incluso encontramos objetos que vuelven a estar relacionados con la protección frente a brujas y maleficios, como las patas de jabalí clavadas en la madera.
Esa riqueza cultural ancestral la iremos viendo en los diferentes pueblos de la zona y en aquellos lugares por donde ahora iniciamos nuestro recorrido para conocer los proyectos bodegueros ligados a Vignerons de Huesca.
Sobrarbe y Somontano
A unos quince kilómetros de Aínsa, aún en la comarca de Sobrarbe, en el Alto Pirineo, está Casa
Apostaron por la viticultura regenerativa, respetando el equilibrio natural existente y, ahora sí, empiezan a estar contentos con sus vinos. Unos vinos que también salen de las pocas viñas viejas que quedan en la zona y que gestionan ellos. Son viñas donde sobreviven variedades que no están catalogadas y que ellos llaman ‘variedades fantasma’: “no existen para nadie, no están en los listados de variedades, pero se hace vino con ellas”. Este proyecto se completa con los aspectos enoturístico
No muy lejos, pero ya en la comarca de Somontano, están Bodegas Sers y Bodegas Alodia. Bodegas Sers está en Cofita y es una de las bodegas más pequeñas de Somontano. Su nombre significa Cierzo. Es el nombre del viento que domina en la zona y que configura muchos aspectos del día a día. Al frente de la bodega está Pablo, un joven enólogo que cogió el relevo en las viñas que su padre había plantado a finales de los noventa, cuando la DO Somontano empezó a despegar. Su apuesta por el enoturismo ha ido en paralelo a la de la recuperación de variedades locales, como la Parraleta y la Moristel. La mayor parte de las experiencias de enoturismo se desarrollan en el viñedo, ya sean catas, degustaciones o recorridos interpretativos.
Más hacia las sierras del norte está Bodegas Alodia, en Adahuesca, uno de los pueblos con más encanto de Somontano. Aquí volvemos a ver la importancia de las casas en la cultura montañesa aragonesa y podemos conocer parte de las
Al frente de Bodegas Alodia están Sergio y Beatriz. Desde sus inicios, esta bodega ha apostado por la diferenciación elaborando vinos únicos, utilizando novedosas técnicas, envases y criterios de sostenibilidad, y, como las anteriores, defendiendo las variedades propias de la zona. Ellos también elaboran con Parraleta y
Hoya de Huesca
En la comarca de Hoya de Huesca están las bodegas Edra y Familia Estrada Palacio. Empecemos por esta última, ubicada en Bespén, un pueblo en el que viven unas veinte personas que pertenece al municipio de Angüés, al pie de la sierra de Guara, que desde el punto de vista de la vitivinicultura siempre fue conocido en
Bodegas Edra está en Ayerbe, entre los conocidos mallos de Riglos y el castillo de Loarre. El pai
La fachada está cubierta de hiedra (de ahí el nombre, edra, en aragonés occitán) que sigue el ciclo natural, protegiendo del calor en verano y permitiendo la radiación de los muros en invierno, por lo que se crea una temperatura constante de 15ºC en todo momento. Alrededor del edificio están algunas de las viñas, donde vemos cubierta vegetal y restos de lana en las cepas, dejados por las ovejas. La viña es la pasión de Alex, el ciclo natural. Por eso también crea experiencias enoturísticas donde la naturaleza esté siempre presente, como la combinación con la ornitología, aprovechando que cerca de aquí está el embalse de Las Navas, donde se reúnen diferentes especies de aves, como las grullas, que ha llevado a la etiqueta de uno de sus vinos.
Los Monegros
Más al sur, en la comarca de Los Monegros, encontramos la última bodega del proyecto: El Vi
La propuesta enoturística de esta bodega explica todo eso, toda esa filosofía, entrando en contact
Callizo y Casa Rubén
Dos de los restaurantes que forman parte del proyecto Vignerons de Huesca y donde se pueden degustar los vinos maridados con la mejor gastronomía son estos, Callizo y Casa Rubén. El primero está en Aínsa, en un extremo de la Plaz
Casa Rubén, por su parte, es un pequeño restaurante al frente del que están Rubén y Cristina, ubicado en la localidad de Hospital de Tella, a las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Casa Rubén es la evolución de un antiguo mesón familiar; una evolución que se presenta ahora como restaurante con un único menú y un solo horario, al que solo se accede reservando por Internet. En los 18 pases del menú se intenta hacer descubrir los productos de la zona e incluyen preparaciones en las que el 90% de ellos son de la comarca o de Aragón, aunque no es un discurso cerrado en el kilómetro c
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