La familia Rocacho crece con la apertura de su tercer restaurante en Madrid concretamente en el barrio emergente de Valdebebas (José Antonio Corrales, 11); un espacio diáfano que combina un elegante salón interior, mesas altas, su barra viva y una gran terraza al aire libre donde picar algo, comer, cenar y disfrutar de una larga sobremesa. Rocacho es el único restaurante de la capital en el que se sirven las carnes de El Capricho, situadas entre las mejores del mundo; su chuletón de buey premium y de vaca o las chacinas conviven con pescados y arroces, clásicos de la casa, y nuevas propuestas como los bikinis.
Convertido ya en uno de los grandes templos contemporáneos de la carne en Madrid, Rocacho amplía su familia y suma un nuevo local a su consolidado proyecto gastronómico con la apertura de Rocacho Valdebebas, en un barrio en plena expansión que suma cada vez más vida y propuestas. A las direcciones de Padre Damián y Plaza del Marqués de Salamanca se une ahora este tercer espacio, que conserva el sello de la casa: las brasas como seña de identidad, la excelencia del producto como principio irrenunciable y un culto absoluto a la sobremesa. Y es que Rocacho es de los pocos restaurantes que mantiene viva esta costumbre tan nuestra, una de las más representativas de la cultura gastronómica española. Abierto de forma ininterrumpida de 12.00 h a 01.00 h, recoge la herencia de los asadores clásicos y reivindica el valor de permanecer en la mesa más allá del último plato, sin turnos ni horarios restrictivos, haciendo posible ese disfrute pausado que cada vez cuesta más encontrar.
Pero si algo distingue a Rocacho, es su devoción absoluta por la mejor materia prima. Buena muestra de ello es su famosa vitrina, presente en cada uno de sus restaurantes y ya convertida en sello de la casa, donde se exhibe a diario el mejor producto disponible: pescados frescos de lonja, ostras, verduras de temporada y cortes de carne excepcionales. Es, de hecho, el único restaurante de Madrid que ofrece la carne de El Capricho de Jiménez de Jamuz, en León, considerada como ‘la mejor carne roja del mundo’ por publicaciones como The Guardian o la revista Time y que solo suministra en exclusiva a un restaurante de cada ciudad importante.
En la carta de Rocacho Valdebebas no faltan los platos más demandados de la casa, su famosa chuleta de buey premium (210 € el kilo) y la chuleta de vaca madurada de 40 a 60 días (85 € el kilo) que se prepara vuelta y vuelta a la brasa de carbón de encina y que llega a la mesa en su punto óptimo, perfectamente atemperada y acompañada de unas estupendas patatas fritas caseras y pimientos de piquillo asados. Con la carne del archifamoso buey leonés sobresalen en carta y fuera de ella preparaciones como el dúo de gyozas —de callos de buey y rabo de buey—, las chuletillas de lechazo a la brasa, y la hamburguesa con pan de cristal. Mención especial merecen también los bikinis, una novedad en la carta de Rocacho y exclusiva del local de Valdebebas —los hay de caracola de solomillo de vaca y emulsión de trufa; steak tartar de vaca y trufa rallada; o cola de carabinero, menta y emulsión de kimchee y miel— y las croquetas de cecina de buey, una de las chacinas de El Capricho que en Rocacho sirven también al corte.
Aunque a Rocacho no solo se acude en busca de esta excelsa carne. En sus brasas se asan también pescados muy frescos traídos de las mejores lonjas de España por Pescaderías Coruñesas y han adquirido notable fama sus arroces, sabrosos y de grano perfecto. Además, fruto de ese afán por ofrecer materias primas muy especiales, procedentes de pequeños productores apasionados, comprometidos y con nombre y apellidos, cuenta con un apartado de platos con los huevos Cobardes y Gallinas de Curro Ulzurrun y Jorge Camacho cuyas gallinas viven sin estrés, en libertad y alimentadas con piensos naturales en su granja de Torrelodones. Incluye huevos con puntilla —acompañados de carabinero a la brasa y su americana o de cecina y picadillo de buey—, tomatitos en tempura rellenos de pisto y cecina buey con huevo a baja temperatura, y tortilla de cecina de buey con espuma de queso de cabra.
Es conveniente además dejar hueco para los postres, especialmente para su tiramisú, un imprescindible de la casa que se prepara en mesa delante el comensal. Todo ello puede disfrutarse en su salón interior, de una elegante decoración con materiales nobles y un servicio ultraprofesional —incluye un reservado para ocho comensales—, en su zona de mesas altas sin mantel, en su barra viva o en su gran terraza al aire libre, donde se puede comer y cenar, tomar unas copas o picar algo a cualquier hora del día.
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